
La seguridad digital se ha convertido en una parte más de la rutina diaria, igual que desbloquear el móvil o pagar una compra con el banco online. Por eso el Día Mundial de la Ciberseguridad cobra cada vez más peso: vivimos conectados de forma permanente y cualquier descuido puede abrir la puerta a robos de datos, suplantaciones de identidad o estafas que afectan a miles de personas a diario.
En este contexto, hablar de ciberseguridad ya no es una moda ni un asunto reservado a técnicos. Es una necesidad urgente en un entorno donde las amenazas crecen sin parar, mientras ciudadanos, empresas y administraciones tratan de ponerse al día. La combinación de teletrabajo, móviles, nube e inteligencia artificial ha creado un escenario más cómodo, pero también mucho más delicado para la protección de la información.
Del gusano de Morris al Día Mundial de la Ciberseguridad
La celebración actual del Día Mundial de la Ciberseguridad hunde sus raíces en un episodio que marcó un antes y un después: el llamado gusano de Morris. A finales de los años 80, un experimento universitario que pretendía medir el tamaño de la red terminó convirtiéndose en el primer malware de gran impacto sobre Internet (entonces, ARPANET).
Aquel gusano afectó a alrededor de un 10% de los servidores conectados en ese momento, paralizando miles de sistemas y evidenciando que las redes informáticas eran mucho más vulnerables de lo que se pensaba. El caso supuso también un punto de inflexión legal: su autor fue la primera persona condenada en Estados Unidos bajo la Ley de Fraude y Abuso Informático.
A raíz de sucesos como este, el sector tecnológico empezó a impulsar jornadas específicas para sensibilizar sobre la seguridad de la información y la protección de los sistemas. Con el tiempo, esa preocupación se ha ido extendiendo hacia un concepto más amplio: la ciberseguridad, entendida como defensa del entorno digital en su conjunto, desde las infraestructuras críticas hasta el móvil que llevamos en el bolsillo.
Hoy, el Día Mundial de la Ciberseguridad se aprovecha para recordar que la prevención es el mejor antídoto frente a fraudes, robos de datos y ataques dirigidos. No se trata solo de instalar programas de protección, sino de revisar hábitos, procesos internos y la forma en la que compartimos información.
Ciberamenazas al alza: el panorama en España y Europa
Los datos recientes confirman que el problema va a más. Según cifras del Instituto Nacional de Ciberseguridad (INCIBE), los incidentes gestionados en España han crecido de forma notable, con un aumento del 16,6% respecto al año anterior en los últimos registros disponibles. Solo en un ejercicio reciente se superaron los 80.000 ataques, muchos de ellos dirigidos a empresas y administraciones públicas.
Expertos en la materia apuntan a que el riesgo principal no es solo tecnológico, sino humano: la falta de formación básica para desenvolverse en un mundo hiperconectado. Buena parte de los delitos digitales arrancan con algo tan sencillo como un mensaje engañoso, un enlace malicioso o una llamada telefónica en la que se suplanta a una entidad de confianza.
Los fraudes económicos y el robo de información personal siguen siendo los delitos más extendidos. Un clic impulsivo puede comprometer una cuenta corriente, exponer fotografías privadas o dejar al descubierto datos sensibles que luego se usan para extorsión o nuevos engaños. España no es ajena a esta tendencia: tanto usuarios individuales como empresas han visto crecer las estafas vinculadas a banca online, compras en internet o plataformas de mensajería.
Para canalizar dudas y orientar a las víctimas, el INCIBE mantiene activo el teléfono 017, un servicio gratuito donde especialistas asesoran sobre cómo actuar ante un posible ciberataque, qué pasos seguir para minimizar daños y cómo reforzar la seguridad tras un incidente.
Herramientas que se han vuelto imprescindibles
En los últimos años, soluciones que antes eran minoritarias se han convertido en casi obligatorias para quien quiera moverse con cierta tranquilidad en la red. Un ejemplo claro son las VPN, que permiten cifrar la conexión cuando se trabaja fuera de casa o se usan redes Wi‑Fi públicas en cafeterías, aeropuertos u hoteles.
Al cifrar el tráfico, una VPN dificulta que terceros puedan espiar la actividad o interceptar datos confidenciales, algo relevante cuando se accede al correo corporativo, a servicios en la nube o a la banca online desde conexiones compartidas.
Otro gran aliado son los gestores de contraseñas. Gracias a estas herramientas, es posible usar claves largas, complejas y diferentes en cada servicio sin necesidad de memorizarlas todas. Aunque siguen siendo los grandes olvidados por muchos usuarios, su uso reduce de forma drástica el impacto de una filtración de datos en un servicio concreto.
Los expertos recomiendan que las contraseñas tengan al menos 10 caracteres, combinando mayúsculas, minúsculas, números y símbolos, y que no se repitan entre distintas cuentas. Para gestionar esta carga, gestores como Bitwarden, LastPass o los propios administradores de contraseñas integrados en navegadores y sistemas operativos son una pieza clave.
A todo ello se suma la creciente adopción de soluciones de protección como antivirus actualizados, copias de seguridad automáticas y sistemas de detección de actividades sospechosas, tanto a nivel doméstico como empresarial.
La autenticación en dos pasos, muro esencial contra ataques
Si hay una medida sencilla y eficaz que se repite en todas las guías de seguridad es la autenticación en dos pasos (2FA). Este sistema añade un segundo factor al inicio de sesión, ya sea un SMS, una app de códigos, una llave física o una notificación en el móvil que debe confirmarse.
Activar la verificación en dos pasos dificulta enormemente el trabajo a los ciberdelincuentes, incluso si han conseguido hacerse con la contraseña. Muchos ataques de phishing imitan a la perfección los avisos de bancos, operadores o redes sociales, y sin un segundo factor, basta una clave robada para tomar el control de una cuenta.
Pese a que casi todas las grandes plataformas permiten activar 2FA, millones de cuentas siguen sin esta capa adicional. Ese descuido deja a los usuarios expuestos a accesos no autorizados que, en muchos casos, podrían haberse evitado con un par de clics en el apartado de seguridad.
Los organismos especializados insisten en que, como mínimo, se active la autenticación en dos pasos en los servicios más críticos: correo electrónico principal, banca online, redes sociales y herramientas de trabajo. En estas últimas, un secuestro de cuenta puede tener consecuencias económicas y de reputación especialmente graves.
Enseñar ciberseguridad en casa y en la escuela
Uno de los objetivos centrales del Día Mundial de la Ciberseguridad es llegar a familias y docentes y personas mayores, colectivos que muchas veces quedan fuera de las formaciones técnicas, pero que son objetivo frecuente de fraudes y engaños.
Las personas de más edad suelen confiar en llamadas, SMS o correos que aparentan venir de su banco o de organismos públicos. Los adolescentes, por su parte, manejan con soltura aplicaciones y redes sociales, pero no siempre son conscientes de las consecuencias de lo que comparten, ni de la facilidad con la que una imagen o un comentario pueden salir de su círculo cercano.
Enseñar a identificar señales sospechosas, a desconfiar de enlaces acortados o de chollos imposibles, y a no dar datos personales sin comprobar la fuente, es tan importante como instalar un buen programa de seguridad. De hecho, la experiencia demuestra que la formación es, muchas veces, la barrera más eficaz frente a los engaños.
Este enfoque educativo se traslada también al entorno profesional. Empresas industriales, energéticas o de servicios coinciden en que la plantilla es la primera línea de defensa: un empleado bien formado puede detectar un correo malicioso o un intento de fraude antes de que cause daños en la organización.
El papel de las empresas: de las pymes a las industrias críticas
Las empresas, especialmente las pymes y las industrias consideradas críticas, se han convertido en uno de los objetivos favoritos de los ciberdelincuentes. El ransomware —ataques que cifran los sistemas y exigen un rescate— se ha consolidado como una de las amenazas más destructivas para el tejido productivo.
En el sector industrial, un incidente grave puede paralizar la producción, afectar a la cadena de suministro y generar pérdidas económicas importantes. Por ello, muchas compañías han pasado de ver la ciberseguridad como un gasto a entenderla como una inversión en continuidad de negocio, reputación y competitividad.
La estrategia que recomiendan los especialistas suele apoyarse en varios pilares. Por un lado, la tecnología: herramientas de monitorización, segmentación de redes, sistemas de detección temprana y mecanismos de respuesta automatizada. Por otro, los procesos: revisar cómo se intercambian los datos entre sistemas, qué accesos remotos se permiten y cómo se gestionan las copias de seguridad.
El tercer pilar son las personas. Numerosas organizaciones están implantando programas continuos de formación, simulacros de phishing y modelos de “ciberinmunidad”, donde cada empleado tiene un nivel de seguridad medible según su comportamiento, detección de intentos de fraude y cuidado en el uso de dispositivos y ficheros.
En entornos como el energético o el industrial, alineados con normativas europeas y coordinados con centros de respuesta a incidentes, se insiste en que proteger una infraestructura crítica es proteger al conjunto de la sociedad. Un ataque serio a estas instalaciones podría tener impacto económico, medioambiental y en la seguridad de las personas.
La inteligencia artificial: aliada y amenaza a la vez
La irrupción de la inteligencia artificial (IA) ha cambiado por completo el tablero. En el lado defensivo, permite analizar grandes volúmenes de datos, detectar patrones anómalos, identificar malware desconocido y responder más rápido ante incidentes. Plataformas avanzadas de ciberseguridad incorporan IA para correlacionar eventos, priorizar alertas y reducir el tiempo de reacción.
Sin embargo, la otra cara de la moneda es preocupante. Los ciberdelincuentes también usan estas tecnologías para crear correos de phishing hiperpersonalizados (spear phishing), clonar voces mediante deepfakes y montar webs fraudulentas en cuestión de minutos. Estudios recientes señalan que los mensajes generados con IA logran tasas de clic muy superiores a los correos genéricos.
Esta evolución ha disparado el vishing (fraudes telefónicos) y los engaños mediante videollamadas con voces o imágenes manipuladas. Una parte significativa de entidades financieras reconoce pérdidas relevantes por ataques que combinan voz clonada y documentación falsa, mientras que las estimaciones de fraude asociado a deepfakes apuntan a cifras de decenas de miles de millones de euros en los próximos años.
Ante este escenario, los especialistas recomiendan extremar la verificación por canales alternativos: comprobar por otra vía una solicitud urgente de transferencia, usar palabras clave acordadas con familiares o compañeros, y desconfiar de cualquier petición de códigos o contraseñas, incluso si la llamada o el mensaje parecen muy convincentes.
La IA plantea además un reto de confidencialidad: es fundamental vigilar qué datos se comparten con herramientas automáticas, especialmente en el ámbito empresarial. La información sensible debe tratarse en entornos controlados y con políticas claras para evitar fugas inadvertidas.
Recomendaciones prácticas para un día a día más seguro
Coincidiendo con el Día Mundial de la Ciberseguridad, distintos organismos y centros especializados en España, como el Centro de Ciberseguridad Industrial de Gipuzkoa ZIUR, insisten en la importancia de adoptar hábitos sencillos pero constantes que reduzcan el riesgo al navegar o hacer gestiones online.
Entre las pautas más repetidas destaca prestar especial atención en fechas con mucho consumo digital, como campañas de la renta, Black Friday, Navidades o grandes periodos de rebajas, cuando proliferan mensajes fraudulentos camuflados como ofertas, devoluciones de impuestos o avisos de entrega de paquetes.
Respecto a las contraseñas, se recalca la necesidad de no compartir nunca claves ni códigos de verificación recibidos por SMS, correo o aplicaciones. Los bancos y servicios legítimos no solicitan estas credenciales por teléfono ni por mensajería. Cualquier petición en ese sentido debe hacer saltar las alarmas.
En compras online, se recomienda revisar los métodos de pago que ofrece la web, desconfiar de precios exageradamente bajos y priorizar sistemas que añadan una capa extra de seguridad, como plataformas intermedias o soluciones que no obliguen a introducir directamente el número de tarjeta en cualquier página.
También se aconseja evitar compartir fotografías de documentos de identidad, salvo cuando sea estrictamente imprescindible y, en ese caso, ocultando datos que no sean necesarios. Siempre que se pueda, resulta más prudente facilitar la información en formato texto siguiendo las indicaciones oficiales del organismo que la solicita.
Wi‑Fi, webs seguras y actualizaciones: pequeños gestos con gran impacto
Otra de las recomendaciones clave es cuidar el uso de las redes Wi‑Fi. Conectarse solo a puntos de acceso protegidos con contraseña y evitar, en la medida de lo posible, redes públicas abiertas para operaciones sensibles como banca o compras reduce mucho la exposición. Cuando no queda más remedio, combinar estas redes con una VPN ayuda a proteger la información.
Al navegar, conviene fijarse en que las páginas en las que se introducen datos personales o bancarios utilicen conexiones seguras (HTTPS). Aunque este candado no garantiza por sí mismo que el sitio sea legítimo, sí es un requisito mínimo para transmitir información delicada.
Mantener al día el sistema operativo, el navegador y las aplicaciones es otro punto que se pasa por alto con frecuencia. Muchas actualizaciones corrigen fallos de seguridad que los atacantes podrían utilizar, por lo que tener activadas las actualizaciones automáticas es una de las medidas más efectivas y sencillas que se pueden aplicar.
En paralelo, el uso de antivirus confiables y bien configurados, tanto en ordenadores como en móviles, ayuda a detectar amenazas conocidas y a bloquear comportamientos sospechosos. Aunque no son infalibles, constituyen una capa más en la estrategia de defensa.
Todo este conjunto de prácticas, sumado a una mayor cultura de sospecha razonable ante mensajes inesperados o demasiado atractivos, conforma una base sólida para moverse con más tranquilidad en un entorno digital cada vez más complejo.
La celebración del Día Mundial de la Ciberseguridad sirve como recordatorio de algo que suele posponerse: revisar configuraciones, activar la autenticación en dos pasos, cambiar contraseñas antiguas, eliminar aplicaciones que ya no se usan y hablar de estos temas en casa y en el trabajo. Cada pequeño ajuste suma; en un mundo donde casi todo pasa por la red, proteger la vida digital debería ser tan automático como cerrar la puerta al salir de casa.
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