
La comunidad tecnológica lleva días comentando el caso de un usuario que ha conseguido que iPadOS funcione de forma nativa en un iPhone 17 Pro Max, desbloqueando todo un abanico de herramientas que, en teoría, estaban reservadas a los iPad. La hazaña no solo es llamativa por lo vistoso de ver un iPhone con ventanas flotantes y multitarea avanzada, sino por lo que implica sobre las decisiones de Apple con su ecosistema.
Este experimento, que se ha difundido sobre todo a través de Reddit, pone sobre la mesa hasta qué punto Apple limita por software funciones que el hardware ya soporta. Y, de paso, ha reavivado las especulaciones sobre un posible iPhone plegable con un sistema muy cercano a iPadOS, especialmente en un contexto europeo en el que cada vez se vigila más el cierre de plataformas y la interoperabilidad entre dispositivos.
Un iPhone ejecutando iPadOS: cómo se ha conseguido
Según ha relatado el propio responsable del experimento, conocido como ‘TechExpert2910’, el proceso consistió en aprovechar un exploit de seguridad presente en iOS 26 e iOS 26.1 para engañar al sistema y hacerle creer que estaba instalado en un iPad. De esta forma, el iPhone desbloqueó características ocultas que, en condiciones normales, Apple mantiene desactivadas en sus teléfonos.
El dispositivo utilizado fue un iPhone 17 Pro Max, uno de los modelos más potentes de la gama actual, equipado con chip A19 Pro y 12 GB de memoria RAM. Sobre el papel, potencia no le falta, y eso se refleja en que el usuario afirma que el rendimiento se mantuvo estable incluso con varias ventanas abiertas, aplicaciones pesadas y salida de vídeo a un monitor externo funcionando a la vez.
Lo relevante es que no se trata de una emulación ni de una simple app que simula la interfaz: el teléfono ejecuta iPadOS de manera nativa. La pantalla de inicio adopta el diseño de tableta, el dock se amplía para incluir muchas más aplicaciones, aparece el selector de apps al estilo iPad y se activan los modos de escritorio cuando se conecta a una pantalla externa con teclado y ratón.
En esta configuración, el iPhone se comporta prácticamente como un mini iPad con todas las de la ley: es posible gestionar múltiples ventanas flotantes, usar una versión más completa de la app Archivos y organizar el espacio de trabajo como si se estuviera en un iPad Pro. Todo ello sin señales de inestabilidad graves, más allá de los riesgos inherentes a un sistema modificado sin la bendición de Apple.
iOS e iPadOS: mismos cimientos, funciones activadas o desactivadas
Uno de los puntos que más interés ha despertado es que este caso confirma algo que muchos desarrolladores sospechaban desde hace años: iOS e iPadOS comparten prácticamente todo el código base. Lo que vemos como dos sistemas diferentes son, en realidad, variantes del mismo software con una serie de funciones activadas o desactivadas según el tipo de dispositivo.
En palabras citadas por medios especializados, «iOS lleva dentro el código de iPadOS (y a la inversa)». De hecho, también sería posible, mediante los ajustes internos adecuados, habilitar elementos propios del iPhone, como la Isla Dinámica, en determinados modelos de iPad. La separación, por tanto, no parece ser una cuestión estrictamente técnica, sino una elección consciente de diseño de producto.
El experimento también desmonta la idea de que el iPhone no podría con la carga de trabajo de iPadOS por falta de recursos. El chip A19 Pro que monta el iPhone 17 Pro Max fue presentado por la propia Apple como capaz de ofrecer niveles de rendimiento similares a un MacBook Pro, algo que casa con la fluidez que describe el usuario al ejecutar iPadOS completo en su teléfono.
Más aún, se ha visto que la gestión de ventanas flotantes, la multitarea avanzada y la interfaz de escritorio al conectar un monitor funcionan sin penalizaciones críticas. El límite, por tanto, no viene tanto por el hardware como por la manera en la que Apple decide segmentar su catálogo entre iPhone, iPad y Mac.
Este enfoque tiene implicaciones claras para el mercado europeo, donde las autoridades de competencia han puesto el foco en cómo las grandes tecnológicas bloquean o condicionan el uso de determinadas capacidades en sus dispositivos. La existencia de estas funciones «ocultas» podría alimentar el debate sobre si Apple está cerrando en exceso su ecosistema en Europa.
Apple tapa la brecha: el exploit ya está corregido
Como era de esperar, Apple no ha tardado en reaccionar. El exploit que permitió desbloquear iPadOS en el iPhone fue corregido rápidamente en las versiones más recientes del sistema. En la beta de iOS 26.2 la vulnerabilidad ya está parcheada, lo que impide reproducir el proceso de forma directa en los dispositivos actualizados.
Este movimiento refuerza la idea de que la compañía de Cupertino es plenamente consciente de que en el código del iPhone se encuentran funciones reservadas para el iPad. Más que un descuido, parece una decisión deliberada de clausurar cualquier vía que permita a los usuarios acceder a ellas sin pasar por el filtro oficial.
La firma nunca ha dado una explicación detallada de por qué no traslada ciertas características de iPadOS a iOS, como la multitarea con varias ventanas en pantalla o un modo escritorio más completo al conectar un monitor. Se ha llegado a argumentar que podrían existir limitaciones ergonómicas o de experiencia de uso en pantallas más pequeñas, pero lo visto en este caso sugiere que al menos desde el punto de vista técnico no hay un impedimento insalvable.
El resultado es que, a día de hoy, los usuarios que actualicen sus iPhone en España y el resto de Europa no podrán recurrir a este exploit para habilitar iPadOS en sus terminales. Como siempre, Apple prioriza controlar el entorno y evitar modificaciones no autorizadas, algo que la compañía justifica en términos de seguridad, estabilidad y protección de la experiencia de usuario.
El eterno ausente: un «Apple DeX» para el iPhone
La historia de este iPhone con iPadOS también pone el foco en una ausencia llamativa en el catálogo de Apple: no existe un modo escritorio oficial para el iPhone similar a lo que ofrecen algunas marcas Android. Fabricantes como Samsung llevan años apostando por soluciones tipo DeX, que convierten el móvil en una especie de ordenador al conectarlo a un monitor, con un escritorio adaptado y ventanas redimensionables.
En el caso que nos ocupa, se ha demostrado que un iPhone puede trabajar de forma muy parecida a un iPad, con interfaz de escritorio, ratón, teclado y monitor externo, manteniendo al mismo tiempo la posibilidad de usarlo como teléfono. Es decir, ese hipotético «Apple DeX» no sería una quimera técnica: las piezas ya están ahí, solo que desactivadas.
El propio ‘TechExpert2910’ sostiene que la razón principal por la que Apple no habilita oficialmente algo así está en la canibalización de ventas. Si un iPhone de gama alta pudiera comportarse como un iPad (y, en algunos casos, acercarse también a ciertas tareas de un Mac), muchos usuarios europeos quizá se pensarían dos veces la compra de una tableta o de un portátil de entrada.
Esta lectura no es descabellada si se tiene en cuenta la estrategia histórica de la compañía: cada categoría de producto tiene una función específica dentro del ecosistema y la línea que separa unos dispositivos de otros suele estar muy calculada. Más allá de los ingresos por hardware, Apple vive también de accesorios, servicios y renovaciones periódicas, de modo que unificar demasiado podría alterar ese equilibrio.
La comparación con el entorno Android es inevitable. Samsung, por ejemplo, lleva ofreciendo DeX desde 2017 sin que eso haya supuesto el fin de sus tablets o portátiles. No obstante, el modelo de negocio de Apple es más dependiente de la integración total de su ecosistema, especialmente en mercados maduros como el europeo, donde muchas ventas proceden de usuarios que ya tienen varios dispositivos de la marca.
El iPhone plegable y el papel de un «modo iPad»
Todo este contexto sirve de telón de fondo para las constantes filtraciones sobre el futuro iPhone plegable. Distintas fuentes apuntan a que Apple trabaja en un dispositivo que se desdoblaría para ofrecer una superficie de pantalla muy superior a la de un iPhone convencional, lo que abre la puerta a funciones hasta ahora asociadas a los iPad.
La teoría que gana fuerza es que ese iPhone plegable podría aprovechar la base de iPadOS para ofrecer una experiencia híbrida: iOS tradicional cuando está cerrado, y una interfaz más cercana a la de un iPad al desplegar el panel. De esta forma, Apple podría justificar el tamaño extra y el previsible precio elevado con capacidades de multitarea avanzadas, ventanas simultáneas y un uso más productivo.
En la práctica, no se espera que el sistema sea una copia literal de iPadOS, pero sí que incorpore herramientas más potentes que den sentido al formato. Un simple iOS «estirado» en una pantalla más grande se percibiría como poco atractivo, sobre todo si el precio, como ya se rumorea, puede superar holgadamente los 2.000 euros en Europa.
Mientras tanto, la competencia en el terreno de los plegables se ha centrado principalmente en adaptar las aplicaciones al nuevo formato, facilitando que varias estén visibles al mismo tiempo y que aprovechen el panel ampliado. Apple, fiel a su manera de entrar tarde a un mercado, tendría que llegar con algún giro distintivo en el software para que esperar tanto tiempo haya merecido la pena.
Este supuesto modo iPad en un iPhone plegable encajaría, además, con la estrategia de seguir diferenciando bien los productos: el iPhone «de siempre» mantendría un iOS más sencillo, mientras que el plegable pasaría a ocupar un espacio intermedio entre teléfono y tableta, con funciones más cercanas a iPadOS, pero bajo control estricto de Apple.
Desarrolladores y experiencia de usuario: el gran reto
Más allá de la pura demostración técnica, la viabilidad real de un iPhone con capacidades de iPadOS, ya sea en un modelo tradicional o en un plegable, depende en buena medida de cómo respondan los desarrolladores de aplicaciones. No basta con que el sistema operativo permita ventanas flotantes o un dock más completo: las apps tienen que estar pensadas para aprovecharlo.
Apple lleva tiempo impulsando que los creadores de software lancen apps universales para iPhone, iPad y Mac, algo que ya se nota en numerosas aplicaciones de productividad, creatividad y entretenimiento disponibles en Europa. Sin embargo, un iPhone que funcione como una especie de iPad en miniatura exigiría una vuelta de tuerca adicional en diseño de interfaces y flujos de uso.
También entra en juego la complejidad percibida por el usuario medio. Un iPhone con funciones de escritorio y multitarea avanzada puede ofrecer mucho potencial, pero también añadir capas de dificultad a quienes están acostumbrados a abrir una app cada vez a pantalla completa. Apple ha basado buena parte de su éxito en la simplicidad, de modo que cualquier paso hacia un entorno más «de ordenador» tendrá que estar muy medido.
En ese sentido, la compañía tendría que encontrar un punto medio entre ofrecer herramientas potentes cuando el contexto lo pide (por ejemplo, con el teléfono conectado a un monitor en una oficina europea) y mantener la experiencia directa y sin complicaciones en el día a día. Un equilibrio delicado, pero clave para que un posible iPhone plegable o un modo tipo iPadOS no se conviertan en algo solo para usuarios avanzados.
Al final, lo que ha demostrado este hack es que las fronteras entre iPhone, iPad y Mac son mucho más difusas de lo que parece. El hardware ya está preparado, el software contiene buena parte del mismo código y las diferencias vienen marcadas por decisiones de negocio y diseño. Si Apple decide cruzar ciertas líneas con un iPhone plegable o con nuevos modos de escritorio, será porque le compensa a nivel estratégico, no porque el dispositivo no pueda con ello.

